Tercer ojo

Tengo un tercer ojo. Está en mi nuca. Ha estado escondido desde que nací, y sería difícil explicar con lujo de detalles el cómo funciona esta visión. Basta con decir que me ha dado una “perspectiva diferente”.

Suelo notar cuando las personas me hacen morisquetas o se burlan de mi a mis espaldas. Tengo también un par de oídos allá atrás, y puedo entender los pensamientos más ocultos de aquellos a mi alrededor.

En las reuniones, suelo prestar atención a quien está frente a mí, en paralelo a la conversación en mi retaguardia, que reza más o menos así.

—¿Y sigues con Alfonso, Nadia? ¿Vero no sabe nada al respecto?

—No, y espero que no se entere. No me gustaría ser la causa de ruptura en ese matrimonio.

Me llena de pesar el escuchar esto, y más cuando a mi frente Vero parece tan risueña y vivaz, creyendo todavía en el cuento de hadas alrededor de su anular. Le pido un segundo de su tiempo y le digo que tenemos que hablar. Nadia no se tendrá que preocupar, pues ella no será la causa de ruptura, sino yo.

Decidí dejar aparte el lado teórico de mis habilidades, y dejarme llevar entero por su función práctica. Puedo ver que el mundo es muy diferente a nuestras espaldas, y me da dolor el pensar que todo ser vivo a lo largo y ancho de la historia, ha avanzado, detenido, impresionado y funcionado con base a lo que tiene al frente, pero no detrás. Hay todo un mundo más allá de lo que tenemos frente al espejo.

¿Y qué es lo contrario a un espejo que hace que te mires de frente? ¿Qué es aquello que te hace ver por detrás? Para mí sería un monstruo persiguiéndote desde atrás, pues es ahí cuando te da verdadera importancia el saber qué hay tras de ti, qué te causa miedo, peligro, intriga.

Aquello que más temes puede estar tras de ti, y jamás te darás cuenta de ello. Da mucho para pensar.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.